martes, 9 de febrero de 2010
Libertad Condicionada
Cada mañana me visto de harapos imaginarios
para justificar sacar a pasear mi locura.
Recorro tu camino... ¿o será que lo desando?...
No llevo aún tu olor,
pero tu esencia identifica a la mía
con un saludo y mirada cómplice.
Cómplices las almas que se reconocen
por dolores viejos y aventuras mustias.
Cómplices de prisiones y de libertades.
Cómplices de nubes y de palabras quedas.
Cómplices de hambre y de anonimato.
Tu techo de estrellas y neblinas,
el mío de pintura y polvo,
cubren tu vergüenza ausente
y la mía asfixiante.
No te extrañes que te lleve del brazo o te invite un café;
detrás de la ropa limpia soy igual a ti,
con ojos que lloran hacia adentro,
con el alma despeinada y los dientes resfriados
por la insistencia de insertarnos donde no pertenecemos
o por separarnos de donde una vez fuimos uno.
(...a mi querido Adrian)
Peggy
Junio. 2006
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